lunes, 9 de marzo de 2009

He aquí un fragmento del libro “ El regreso del idiota” de Plinio apuleyo, Carlos Alberto Montaner y Alvaró Vargas Llosa que trata sobre los problemas que enfrentan los países latinoamericanos para su desarrollo. En este libro los autores hacen un analisis sobre los factores que impiden el desarrollo de estos paises. Los autores fundamentalmente echan la culpa del bajo desarrollo de la zona en la carencia de un estado de derecho fuerte. En que los estados latinoamericanos con frecuencia no solo no protegen la propiedad y la inversiones de los particulares sino que ellos mismos participan en su saqueo, lo cual da lugar a que las inversiones se produzcan en condiciones muy onerosas y dirigidas al corto plazo a las inversiones ¿Quién presta al insolvente? eh aquí el fragmento de este interesante libro:


La pobreza latinoamericana desmiente muchas elucubraciones acerca de las causas del desarrollo. Estas nublada teorías atribuyen el desarrollo a factores como una abundancia de recursos naturales, unos términos de intercambio favorables, una baja densidad de población, la cantidad de capital disponible o la educación estatal.
Venezuela es el quinto exportador de petróleo en el mundo y sin embargo la mitad de su población mavive en la pobreza. El porcentaje de pobres ha subido de 44 al 53% en cinco años y ahora anda por el 45% aun cuando en ese mismo periodo el precio del barril de petróleo se ha quintuplicado (Caracas manipula el estadística eliminando del porcentaje de pobres a quienes reciben un estipendio gubernamental a través de las “misiones”) Los recursos naturales y los términos de intercambio no son per se un factor determinante del desarrollo.
Argentina, un vasto territorio con las tierras más fértiles del hemisferio, tiene una densidad de población de sólo 11 habitantes por km2 y sin embargo se las ha arreglado para pasar de ser una de las doce naciones más prósperas del mundo a comienzos del siglo XX a producir poco más de ciento ochenta mil millones de dólares al año en la actualidad, casi seis veces menos que España, un país con un número de habitantes no muy superior. La baja densidad poblacional tampoco es el secreto del éxito.

Si la educación por si sola, y especialmente la estatal, fuese la clave del desarrollo, la disparidad productiva entre Argentina y España sería harto difícil de explicar, pues Argentina tuvo durante la mayor parte del siglo XX un nivel educativo superior y una vida cultural más intensa que la madre patria. Uno puede subirse a un taxi en el aeropuerto bonaerense de Ezeiza y oír, boquiabierto, la taxista exponer poemas de Walt Whitman o explicar con detalle la teoría de la relatividad. Pero este humillante nivel educativo (humillante para el pasajero del taxista, claro) por sí solo no impide que en Argentina un 40% de la población sea pobre.

¿Es acaso el stock de capital, es decir la cantidad de capital con que cuente un país en un determinado momento un factor determinante del desarrollo? En la década de 1990, más de 400 mil millones de dólares de inversión extranjera acudieron presurosos a la región, que se había puesto de moda. Sin embargo, la economía apenas creció apenas 1,5% al año por habitante en promedio y la pobreza no disminuyó. Como anotó el economista liberal Meter Bauer hace treinta y cinco años, “aun cuando el aumento del capital sea un factor concomitante del desarrollo económico, no es una condición suficiente para que se produzca”. Los hechos confirman su conclusión de que “afirmar que el capital se va creando con el proceso mismo del desarrollo se ajusta más a la verdad que la afirmación según la cual el desarrollo se debe a la acumulación de capital”.
Por tanto: si los recursos naturales, los términos de intercambio, el número de habitantes por km2, la educación y el stock de capital no son en si mismos la madre del desarrollo ¿Qué factor lo es? Aun cuando algunos de estos elementos, en especial la acumulación de capital, son síntomas de desarrollo, y otros, como la educación, permiten explotar mucho mejor sus posibilidades, las causas de este proceso, como lo han comprendido muchos estudiosos, tienen mucho que ver con el clima institucional ¿Qué es el clima institucional? No tiene nada que ver con la meteorología. Se trata, más bien, de las reglas y castigos dentro de la cual se desenvuelve la actividad humana, expresadas tanto en las leyes y normas de la sociedad como en los valores que informan la conducta de la gente.

Si el clima es impersonal, tiende a descentralizar el poder y ofrece a los ciudadanos un alto grado de seguridad con respecto a sus propiedades y sus contratos, el resultado suele ser un crecimiento económico y sostenido y por tanto prosperidad a mediano plazo. Si las reglas limitan la capacidad de los gobernantes o de terceros de violentar el espacio soberano del individuo, el efecto será por lo general un marco que brinda incentivos para la iniciativa creadora de pequeños, medianos y grandes emprendedores, y por tanto para el ahorro y la inversión, precipitando el aumento de la productividad, que es lo que permite fabricar la riqueza de forma perpetua.

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